jueves, 24 de julio de 2008

Seis Obejitas: "Devuelto al Suelo"


DEVUELTO AL SUELO


Ella no dejaba de tardarse. La cita fue pactada por nosotros mismos con tiempo de anticipación. Quedamos en encontrarnos justo cuando el sol se encontrara en el cenit.
El crepúsculo no tardaría en colmar el cielo y ella aún no venía.
No iba a venir.
Yo no tenía amigos en aquel pueblo. Me había ido de vacaciones al medio de la nada. Un lugar muy frondoso y repleto de criaturas detrás de las piedras y arbustos observando cada ínfimo cambio en el bosque casi deshabitado.
Cuando mis padres me llevaron de compras al pueblo, conocí a la niña con la que debería estar atrapando mariposas en este momento. Su nombre es Dorella.
Aquel día en la juguetería, ella se irguió frente a mí con un pañuelo celeste en la mano. Estaba entregándomelo. Pero en cuanto quise tomarlo, quitó la mano y corrió como loca por todo el local. Comprendí, casi instantáneamente, que quería jugar. De modo que yo también comencé a correrla por cada rincón intentando tomar el pañuelo. Pero Dorella era muy veloz, y me llevaba dos años de diferencia. Era casi imposible que alguien como yo, que pasaba casi todo el día jugando a los videojuegos, la alcanzara algún día.
Ella, en cambio, olía a heno y oro. El modo en que hablaba, reía y se movía, eran puertas abiertas a lo más profundo de su esencia. Era la persona más transparente que jamás conocí.
Antes de partir, con mi nueva consola inalámbrica, hablé con Dorella y fue en ese momento cuando conocí su nombre, además me enteré que vivía cerca de mi casa de campo. Después de ese día, comenzamos a vernos a diario para jugar. Ella me presentó algunas niñas y niños que eran sus amigos, y entonces dejé de sentir melancolía por mi departamento en medio de la ciudad.
Pero llegó el día en que debía volver a mi vida habitual y dejar de vivir de un sueño multicolor. Volvería a ser el niño antisocial, que pasaba días y noches filosofando acerca de sí mismo, encerrado en un mundo más limitado y preciso como los videojuegos, e incluso trazando garabatos en la pared expresando los ideales de vida.
Aquella madrugada, Dorella y los demás niños, se levantaron temprano y me despidieron en la carretera. Tenía muchas ganas de llorar, pero me las contuve. Subí a la camioneta de mis padres y partí dejando atrás todo aquello tan bello, como si hubiera salido de un sueño, sentimientos tan puros que menosprecian cualquier ideal de vida. Pero se había ido. Hora de volver a la limitada realidad.

Desperté sobresaltado.
Cada vez que soñaba con mi niñez ocurrían ese tipo de cosas.
Mi nombre es Alfredo, tengo veintinueve años y once de casado.
Hace tiempo, perdí parte de mi recuerdo. Cuando regresé de la guerra, no recordaba absolutamente nada, era el cuerpo de un hombre de veintidós años que acababa de nacer de la nada. Pero tras largas sesiones de terapia, pude recuperar casi todo lo perdido. El período entre mis siete y diecisiete años jamás pudo recobrarse de ninguna forma.
Cansado de forzar mi mente en vano, decidí comenzar a soñar con esos diez años inexistentes. Simplemente creo pensamientos que, entremezclados con el inconsciente totalmente liberado al dormir, datan de ese período que estoy recuperando. Sean auténticos o simplemente deseos.
Ellana había despertado a mi lado. Mi esposa se había vuelto loca. Cuando partí en la nave con mis compañeros hacia la Luna, ella volvió a consumir alucinógenos. Mich, su primo, venía a casa a diario y se drogaban juntos cada amanecer, mediodía y crepúsculo. Todo parecía ser tan divertido... Al menos yo me habría divertido. Pero una noche decidieron conducir la nave de Mich persiguiendo el Sol. Cuando iban en camino, abrieron las puertas y se lanzaron al vacío. Increíblemente fueron rescatados al instante por Guardias Terrenales que los devolvieron a la Tierra. Pero fue demasiado tarde para Mich. Ya estaba muerto cuando llegaron al Centro de Curaciones. Ellana sobrevivió, pero con un daño irreparable en el cerebro. Sus padres cuidaron de ella hasta que yo regresé.
Ahora, ella vive en algún extraño lugar de su inconsciente, medicada todo el día, toda su vida. Es como vivir con una niña que no sabe nada acerca de nada, que prefiere una muñeca parlante a un abrazo de su esposo.
Sin embargo, no puedo dejar de quererla y mucho menos protegerla.
Ahora bien, tras despertar, se incorporó en la cama, me miró con los ojos colmados de lágrimas y se lanzó a abrazarme. Comenzó a llorar como loca.
_ ¿Tuviste pesadillas, pequeña? – le pregunté dulcemente.
Ella asintió sin calmarse ni un poco.
_ No te preocupes, Al está aquí. Voy a traerte tu leche, así estarás bien. Toma.
Le entregué su oso parlante preferido y la abandoné en la habitación.


¿Quieres jugar conmigo?
Besa mi vientre.
¿Cuántos colores hay en mis ojos?
Acababa de regresar de entrenar en el juego de realidad virtual de la sala. Ellana, se encontraba jugando con esa molesta muñeca que la ayuda a estimular los sentidos.
_ Juega conmigo ¡Juega conmigo, Al!
_ Está bien, ¿a qué quieres jugar?
Ella se irguió frente a mí con un pañuelo celeste en la mano. Estaba entregándomelo. Cuando intenté tomarlo, Ellana salió corriendo como loca. Supuse que ese era el nuevo juego, de modo que la corrí por toda la casa hasta el cansancio. Aunque eran tonterías, me gustaba mucho jugar con ella, mas allá que yo no era más que un padre o un hermano mayor para ella. Se me invadía el corazón de tristeza. La quería de vuelta.

Era de noche. Bañé a Ellana y la llevé a la cama conmigo. Me dormí acariciando su nariz.



_ ¡Hijo! ¡Al! ¡Es hora de ir al colegio! ¡Baja de una vez a desayunar!
Esa era la voz de mi madre.
Con un peso muy grande en los hombros, me puse de pie y bajé a desayunar. Cuando mi madre estaba a punto de comenzar con su discurso, prendí mis auriculares y asentía a todo lo que ella me decía.
Más tarde, en el autobús escolar, comencé a recordar de Dorella y los niños. Ellos me habían dado la bienvenida sin prejuicios. En cambio, aquí, en mi propia ciudad, nadie me habla más que para reprocharme algo. Estaba tan acostumbrado a esta vida, hasta que probé el lado dulce del mundo, aunque no halla sido más de tres días, me bastó para querer vivir así toda la vida.
No hay nada que adore más que ser niño. Me gustaría ser un adulto que viva en una casita de árbol, que tenga muñecos de acción a modo de hijos, una esposa competitiva en los videojuegos y que trabaje en una compañía de efectos especiales.
No habría más que pedirle a esta vida que me privó de tantas trivialidades y placeres que cualquiera viviría como algo convencional. Para mí eran novedades y deseos.

Una nueva mañana. Ellana durmió hasta tarde, y yo estaba por aprovechar el tiempo leyendo las noticias, pero, de pronto, sentí unas terribles ganas de dibujar garabatos en las paredes ¿Qué estaba sucediéndome? ¿Acaso estaba comenzando a vivir lo que alguna vez pude haber proyectado en mi niñez?
Como sea que halla sido, comencé con mi tarea y me ocupé personalmente de que ninguna pared de la sala de juegos quedara limpia.
Ellana había despertado y estaba observándome con los ojos brillantes de sorpresa y felicidad. Al instante, tomó un marcador y me acompañó. Así pasamos el resto de la mañana. Parecíamos un par de adultos retardados, ¿acaso no era eso lo que parecíamos? Claro que había una signif
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DENTRO DE MUY PRONTO HE DE PUBLICAR LA PARTE FINAL… ES QUE CAREZCO DE TIEMPO PARA ESCRIBIR :S

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